FINCA VILLACRECES. Un paseo por la joya escondida de la Ribera del Duero
En plena Milla de Oro de la ruta de las bodegas de Valladolid se extiende Finca Villacreces. Un grupo de franciscanos descubrió este terreno hace siglos y desde entonces y hasta ahora, las viñas se han cuidado con mimo para elaborar unos vinos que dejan huella. Más allá de la típica visita a una bodega, tenemos la oportunidad de pasear entre sus viñedos pedaleando en una bicicleta, además de ser enólogos por un día. Entre pinares centenarios Finca Villacreces nos sorprende nada más entrar por la puerta.
Por Miriam González (Propuestas, Revista ViajeroS oct '13)
En la carretera hacia Peñafiel, centro neurálgico de cultura y producción de vino en Valladolid, nos encontramos, casi por casualidad, con Finca Villacreces, que esconde una bodega de añejos orígenes con caldos exquisitos. Ya lo dijo el mismísimo Mr. Robert Parker al definirla como la “joya escondida de la Ribera del Duero”. Y no le faltaba razón al gerifalte de los vinos, ya que como las buenas mozas de antaño, Finca Villacreces no muestra sus encantos a primera vista, desde la carretera, sino que es ya una vez dentro cuando los pinos dejan ver los encantos de sus bodegas. En cifras, 110 hectáreas de terreno, 64 de ellas dedicadas a viñedos repartidas en 15 parcelas que producen tinto fino, cabernet sauvignon y merlot, dando lugar a 300.000 botellas al año. En nombres, Pruno, Finca Villacreces y Nebro, la joyísima de estas bodegas. En sabores, cada paladar es un mundo pero la calidad es indiscutible. De hecho, volviendo al gurú Parker, en 2010 calificó a Pruno como “el mejor vino español de la historia por debajo de 20 dólares”, dándole 94 puntos sobre 100 en su famosa escala. Y no es porque lo haya dicho Parker ni porque estos caldos estén avalados por otros tantos galardones, cuando se paladean se descubre elegancia, tonos voluptuosos, aromas y recuerdos de la labor y el trabajo del campo desde siglos atrás.
En Finca Villacreces entienden que el vino se puede disfrutar no sólo en el paladar sino desde la misma cepa y hasta que el vino llega a la copa. Y no hay que ser un entendido en la materia para recrearse en estos placeres, ya que la visita a la bodega es apta para todos los públicos, estén más o menos imbuidos en el arte de Baco. Tampoco hay ninguna regla al respecto pero quizá el mejor momento para visitar una bodega y sus viñas es el otoño y por extensión, la vendimia. Claro que para gustos, los colores. Los propios de esta época tiñen los viñedos de tonos rojizos, ocres, amarillos y verdes de distinta intensidad que hacen de la vista un sentido privilegiado al contemplar esta amalgama vitivinícola.
La diferencia en Finca Villacreces es que ese espectáculo visual se puede palpar a lomos de una bicicleta, y eléctrica, no vaya a ser que el cansancio del pedaleo nos distraiga del placer sensorial de la ruta. Tres kilómetros que nos llevan por caminos señalizados para ir descubriendo las distintas parcelas de viñedos bordeando el Duero. Y es aquí donde pueden tener lugar todas las imágenes poéticas que se nos vengan a la cabeza. Desde un paseo por las viñas junto a la pareja soñada, un atardecer entre uvas o simplemente respirar el aroma del silencio junto al río.
Con los pies en la tierra, si además la ruta coincide con la vendimia, hasta los más urbanitas se dejarán llevar por el encanto del momento. De vuelta a la bodega, un alto en el camino para un aperitivo con cata de tres vinos de diferentes denominaciones de origen con tres quesos de esas mismas regiones (15 euros): Izadi Crianza (D.O.Ca. Rioja) – Queso Idiazabal (Álava); Pruno (D.O. Ribera del Duero) – Queso Flor de Esgueva (Valladolid) y Flor de Vetus (D.O. Toro) – Queso Vicente Pastor (Zamora).
Después de reponer fuerzas, es imprescindible la visita a la bodega para ser partícipes de la elaboración del vino en todo su proceso, desde la selección de la uva, el prensado, fermentación…hasta la barrica de crianza y reserva. En este punto, cuando ya todos nos sentimos unos expertos en el arte del vino, Finca Villacreces nos da la oportunidad de jugar a ser enólogos por un día y participar en un coupage. Es decir, mezclar las diferentes variedades que se producen en la finca hasta conseguir un vino único y personal, que debería reunir las cualidades de los vinos Villacreces. Cuestión de gusto y olfato aparte, seguro que nuestro vino nos parece inigualable, como al resto, por eso hay premio para el mejor tras la cata de los profesionales de Villacreces. Dado que todas estas experiencias abren el apetito, en la finca disponen de un comedor donde, previa reserva, se puede degustar un delicioso menú en el que no falta el lechazo y tarta de piñones.
Y así es como se vive el vino en Finca Villacreces. Una mezcla de tradición, innovación, arte, ciencia…de la que nos hacen partícipes durante un día y que nos hacen valorar aún más, todo el trabajo que lleva detrás un sorbo, delicioso, del vino de sus bodegas.
Toda la información sobre visitas a la bodega y rutas enoturísticas se puede encontrar en su web www.villacrececes.com o en el Tel. de reservas: 983 680 437