GASTRONOMÍA EN LA RIOJA
Para aquellos que se consideran gastronómadas, una nueva categoría de viajeros, que planean sus escapadas con la sola intención de conocer un determinado restaurante, probar un plato especial o, simplemente, disfrutar de la gastronomía, La Rioja es su paraíso. (Viajeros,12/11)
Son incuestionables los atractivos enológicos y enoturísticos que esta tierra con nombre de vino posee. La posibilidad de conocer la elaboración de alguno de los vinos más afamados del mundo; de disfrutar de una cata especial, bien sea por su calidad o por ir acompañada de las explicaciones pertinentes que hacen disfrutar plenamente de lo catado; encontrar alguna joya vinícola desconocida con la que celebrar algo memorable con alguien especial o contemplar los viñedos otoñales al atardecer con una copa en la mano son ya atractivos suficientes para visitar La Rioja; pero si a esto le sumamos las posibilidades que su gastronomía nos regala, ¿no están pensando ya en hacer las maletas?
De la tradición a la creatividad
La gastronomía riojana es sencilla, basada en los productos que este enclave privilegiado, regado por siete ríos ofrece. Pero ésta es, por encima de todo, sabrosa. Muy sabrosa. Pimientos najeranos, boletus de Cameros, verduras de Calahorra, chorizos y embutidos de la sierra, quesos… componen una sinfonía de ingredientes que los cocineros combinan luego con maestría y maridan con unos vinos excelentes.
Para los que buscan experiencias únicas, La Rioja cuenta desde hace poco con dos cocineros con estrella Michelin, que es mucho para una región de sólo 300.000 habitantes. El ya consagrado Francis Paniego, heredero de una tradición familiar de hosteleros, ha sabido revolucionar la cocina clásica de su madre, también deliciosa, con nuevas formas de hacer en su Portal del Echaurren en la bonita villa serrana de Ezcaray. La nueva estrella de La Rioja la posee Ignacio Echapresto, un joven cocinero muy premiado que desarrolla platos maravillosos como unos curiosos corchos de foie en su restaurante La Venta de Moncalvillo, situado el pequeñísimo pueblo de Daroca de Rioja.
Pero, como no solo de estrellas Michelin viven los gastronómadas, La Rioja es también el lugar ideal para probar la gastronomía en miniatura que suponen los pinchos. Un paseo por las calles Laurel y San Juan en Logroño, la Herradura de Haro y casi por cualquier pueblo de esta región, permiten disfrutar de pequeñas delicias acompañadas, siempre, del mejor vino. Curiosos los nombres de muchas de estas especialidades: zapatillas, matrimonios, tío agus, cojonudos, calzoncillos… Probarlas todas requiere años de dedicación, pero no duden que merece la pena.
Otro clásico de la gastronomía de estas tierras es comer en una bodega. Tradición que, como sucede con las sidrerías asturianas o guipuzcoanas, proviene de cuando se terminaban las labores de las viñas que requerían mucha mano de obra, sobre todo la vendimia, se invitaba a los que habían ayudado a una comida para reponer fuerzas. Para ello se usaba lo que era más habitual en las mesas: patatas con chorizo (patatas a la riojana), panceta, careta, chorizo y otras delicias de cerdo y chuletillas de cordero, todo ello asado al sarmiento. Los sarmientos son los tallos de las vides, que se podan en invierno y se guardan en gavillas para alimentar los fuegos de las parrillas donde crepitan mientras convierten en manjares deliciosos las carnes que asan. No hay comparación entre una chuletilla de cordero hecha en una sartén a una hecha al sarmiento. Quien lo ha probado, se lo corroborará entusiasmado. Son muchas las bodegas que ofrecen la posibilidad de comer en sus instalaciones.
Y, como hemos empezado hablando de maridaje, acabaremos así ya que es un arte en La Rioja. Con más de 500 bodegas y miles de referencias y marcas, elegir un vino para una comida es prescindir de tantos… que lo mejor es elegir varios. Para cada plato el caldo que mejor lo complemente, el que realza los sabores y ayuda a disfrutarlo, que, a fin de cuentas, para eso es el vino. Son muchos los restaurantes de estas tierras que ofrecen esta posibilidad e incluso tienen a disposición de sus clientes completos menús degustación maridados que permiten probar lo mejor de sus cartas con los vinos más adecuados.
Por último, como no podía ser de otra forma, el postre. Un buen queso camerano es una opción para los menos golosos, pero para los que disfrutan con los dulces, la golmajería, que es como se llama a los dulces típicos riojanos, ofrece muchas posibilidades y todas deliciosas. Muchos de estos golmajos son herencia árabe como en otros lugares de la península. Almendras, azúcar y manteca se combinan de manera magistral para elaborar los Fardelejos de Arnedo o Quel, los famosos mazapanes de Soto (de Soto en Cameros), los mantecados, los rusos de Alfaro… La lista es larga y casi cada pueblo tiene su especialidad. Otro postre imprescindible por riojano de pura cepa son las peras (de Rincón de Soto) al vino.
Con la boca hecha agua, ya podemos ir buscando unos días en el calendario para escaparnos a La Rioja.
Fotos: © La Rioja Turismo
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