COSTA DAURADA. Familias y más
Su existencia es conocida por todos y el sol que baña sus costas en verano, aprovechado por miles de visitantes. Pero también queremos profundizar en el resto de sus posibilidades. Existe una Costa Daurada más allá del verano. La Naturaleza con montes y playas, la Historia, con romanos e íberos incluidos, y la Gastronomía se conjugan a la perfección para dar una solución a aquellos que buscan una escapada en cualquier momento del año, con una atención especial al turismo familiar, ¿a qué esperáis?
Texto y fotos: Revista Viajeros (mayo 2012)
Encontrar un lugar donde tanto mayores como pequeños disfruten es una tarea difícil, pero no imposible. En Costa Daurada existen posibilidades para todos: mientras unos se atreven a bañarse en las intensas aguas añiles del litoral, otros juegan en los parques infantiles habilitados cada pocos metros en la arena; los audiovisuales y las nuevas tecnologías ayudan a que la visitas culturales interesen a las distintas edades y los guías turísticos ponen todo su empeño y dedicación para conseguir que el patrimonio histórico seduzca a cada miembro por igual. Y, por si fuera poco y para los amantes de la Naturaleza, los centros de educación ambiental nos tientan con senderos y las bodegas, por su parte, muestran sus vinos y aceite de arbequina. Las siglas DTF –Destino de Turismo Familiar– presentan a varias de sus ciudades y certifican su idoneidad para que ambos, padres e hijos, no descuiden una escapada a la zona. ¿No parece un plan perfecto para disfrutar del buen tiempo y saborear por adelantado el periodo vacacional que se avecina?
Os intentaré dar algunas pistas para que os forméis una idea de las posibilidades de la zona. Me pondré en el lugar de las diferentes edades, pero, antes de nada, me gustaría avisaros de algo: siento debilidad por Cataluña; será por su trato, la gente, las tradiciones, el mimo con el que se hacen las cosas, la gastronomía... Aunque ahora que me paro a pensar... siempre consigo sacar lo bueno de todo... Eso se llama ser positiva ¿no? En fin, me da igual, yo cuento las cosas cómo las siento y Costa Daurada me ha transmitido buenas vibraciones. Porque todavía no tengo –afortunadamente– un hijo de tres años ni –gracias a Dios– una adolescente de 15, ni siquiera un marido atlético, alto y guapo –eso no me importaría tanto–, que si no ya sabría a donde marcharme con ellos. Aquí podríamos sacarle partido a nuestras vacaciones juntos.
Entre playas y calas
Cuando llego a un lugar de playa lo primero que necesito hacer es ver el mar, compartir con la brisa y un agradable paseo unos momentos con el destino elegido. Las de esta región se prestan por su longitud y finas arenas. Mientras la recorremos, los más pequeños podrán jugar en los múltiples parques infantiles que salpican las largas extensiones. Aunque la mayoría de talleres y actividades que proponen los puestos de clubs infantiles que se habilitan durante los meses de verano aún no estarán en funcionamiento, ellos disfrutarán.
En Calafell completaremos la visita con el museo de un importante escritor, Carlos Barral, heredero de la famosa editorial que se unió con Seix, que ocupa una de las pocas casas típicas de pescadores que quedan en pie; visitaremos el yacimiento arqueológico de la ciudad íbera, la Ciutadella, que reconstruye un poblado y donde desarrollan diferentes actividades para que los reyes de la casa aprendan divirtiéndose.
Si preferimos lugares más recónditos y coquetos, en Salou los encontraremos alejándonos un poco de la zona hotelera. Allí existen calas teñidas del azul intenso del Mediterráneo. Nos detendremos a saborear el horizonte y el tiempo –¿estoy en Tarragona o en algún lugar paradisíaco?– mientras nuestros hijos recogen las cientos de conchas y piedrecitas que encuentren y que tocará tirar cuando lleguemos al hotel. Allí, si prestáis atención, entre algunos chalets deshabitados, y para delicia de los interesados en el conflicto que asoló nuestro país no hace mucho, diferenciaréis los búnkers que se utilizaron durante la Guerra Civil.
Nuestros adolescentes deben aprovechar esta localidad. No sólo por su atractiva vida nocturna, sino porque su puerto deportivo y las actividades que en ella se realizan –esquí acuático, vela ligera, pesca, etc.– merecen la pena.
Desde aquí organizan travesías en catamarán que acercan a los pueblos cercanos. La experiencia, si tomas las primeras posiciones y te atreves a echarte sobre la red, es extremadamente relajante. De esta manera podremos llegar a la vecina Cambrils –el trayecto dura 40 minutos aproximadamente–. Se dice que es una villa complementaria a la primera: una tiene los bares y los locales de ocio por la noche que le falta a la otra, mientras que la segunda conserva su espíritu marinero y parte de la autenticidad de antaño. La razón se esconde en que no se ha visto desbordada por las masas de veraneantes. Una vez allí –a las cuatro de la tarde–, veremos un espectáculo impresionante. Una nube de gaviotas ocupa diariamente el horizonte mientras persigue los barcos que se acercan. Es la hora de la llegada de los pescadores. En el puerto las cajas van de un lado a otro y los trabajadores hacen gala de una amabilidad inusitada: hasta tienen tiempo de bromear con nosotros y regalarnos cangrejillos y estrellas de mar. Yo ya tengo cierta edad, pero seguro que nuestros hijos lo agradecen. Frente al Mediterráneo, podemos ver algunas construcciones tradicionales de los hombres del mar. Son pequeñitas, de dos pisos y con unas escaleras empinadas. No son muchas las supervivientes, desgraciadamente con el boom turístico en los años 60 las sustituyeron por edificios de apartamentos. Al menos no se edificó alto. Una buena idea es detenerse a comer o cenar en esta villa ya que es un destino gastronómico de primer orden.
Centro de historia
Aunque el nombre Costa Daurada irremediablemente se una al litoral, no es lo único que ofrece. Las familias se alegran cuando pueden combinar el relax con visitas culturales. Así, nosotros nos montaremos en el coche y en pocos kilómetros estaremos en Reus y Tarragona. En la primera de ellas, la segunda ciudad donde se concentran más ejemplos modernistas después de Barcelona, dirigíos al Gaudí Centre. Abrió sus puertas hace varios años y rinde homenaje a este hombre que, aunque no regaló ninguna de sus obras a la localidad, sí que nació aquí. A través de explicaciones muy amenas, utilizando gran número de maquetas, audiovisuales y juegos, nos enseñan quién fue el gran artista y sus obras arquitectónicas. Todos saldremos de ahí con una fuerza renovada porque en la última de las plantas, donde se habla del plano más personal del artista, descubriremos que él también suspendió asignaturas... Así, los mayores quitaremos importancia a nuestros peores resultados escolares y los más pequeños se convencerán de que, sin lugar a dudas y al igual que Gaudí, son unos genios aunque hayan sacado alguna mala nota.
Deambular por su centro histórico es ineludible y encandilarse con los muchísimos escaparates será el postre de los que ya han cumplido algunos años. Los comercios proliferan en sus calles –a principios del siglo XX la urbe fue el segundo foco económico de Cataluña–. Al mismo tiempo y para no perdernos nada, seguiremos unas marcas en el suelo. Indican que el edificio al que acompañan forma parte de la Ruta Modernista.
Nuestra siguiente parada es Tarragona, la capital de provincia. Aquí haremos un recorrido por el legado de las civilizaciones antiguas. Un guía nos irá explicando, entre leyendas y preguntas, los secretos de la vida romana. Antes Tarragona era Tarraco e importantes personajes de la historia de Hispania pasearon por sus calles, como Adriano. No es extraño si tenemos en cuenta que antes se conocía esta urbe como Ciudad de la Eterna Primavera. Los vestigios del circo, el anfiteatro, etc son realmente impresionantes. Los jóvenes podrán bajar a este último, conservado en muy buen estado y frente al mar, y creerse por unos momentos Russell Crowe, en Gladiator, atravesando los arcos y llegando a la arena. Si jugamos un poco, no será difícil meternos en el papel –al menos para una servidora fue bastante fácil–. En el casco antiguo hay una atmósfera especial y extraña: los restos antes comentados se intercalan de manera arbitraria con las edificaciones y calles estrechas de la Edad Media. Los muros ya construidos por los romanos se reutilizaron para levantar las casas de los habitantes en épocas posteriores. Es por ello que ahora parte de los restos se hallan dentro de los mismos hogares de la gente y los comercios. Para entenderlo mejor acercaos a una de las oficinas bancarias restauradas que ocupan la plaza de la Font.
Si os sentís apabullados por tanta Historia es hora de pasar al museo de la Casa de las Fiestas. Aquí los más pequeños se deleitarán viendo cabezudos con diferentes formas: los negros, el médico, etc. Son los elementos patrimoniales del Séquito Popular de las Fiestas de Santa Tecla, una celebración que goza de gran participación ciudadana y que tiene lugar a finales de septiembre cada año. Además veremos los castellets, las famosas torres humanas. ¿Sabéis que el último escalón lo forma un niño/-a de corta edad porque son los que menos pesan? No hace falta que os diga qué van a querer ser vuestros hijos durante los siguientes minutos.
Coquetos rincones
Al día siguiente nos quedará Altafulla, una localidad pequeña y coqueta que ha preservado su empedrado de la Edad Media y sus construcciones antiguas. Posee mucho encanto. En lo alto se puede observar el castillo de los Montserrat que en la actualidad pertenece a los Tamarit y que vienen a pasar las vacaciones a la zona.
En las cercanías y a pocos metros de la playa, lejos del bullicio, adentraos en el Centro de Educación Ambiental L’Hort de la Sínia. Es un oasis de tranquilidad con línea directa con la Naturaleza. Los creadores de este reducto de paz nos acompañan a lo largo del paseo explicando todos los proyectos que se llevan a cabo y aquellos, que a base de su ilusión y esfuerzo, conseguirán realizar. Muestran cómo compaginar la vida actual con hábitos que ayudarán al planeta: desde reciclar plástico, papel y conseguir compost, hasta conocer más de cerca los árboles frutales y las distintas plantas medicinales. Enseñan cómo trabajan las abejas para crear miel, cómo funciona una depuradora natural, etc. Muy interesantes son las actividades que desarrollan en el barro con niños discapacitados, con quienes progresan gracias a estas.
Otro de los rincones que no nos podemos perder será Montblanc. Un pueblo que conserva el adoquinado original y cuya muralla se ha rehabilitado casi en su totalidad. Aquí tuvo origen la tradición de regalar una rosa en Cataluña: un héroe mató un dragón para salvar a una princesa. Se trata de Sant Jordi y desde entonces es el patrón de la comunidad.
No muy lejos se encuentra el monasterio de Santes Creus. A través de un sorprendente y ameno audiovisual nos introducirán en un mundo donde se huía de la riqueza y se defendía la austeridad. Sorprendeos con el grandioso claustro que esconde en su interior y reconocedlo: hay algo que no encaja... ¿No se supone que austero es sobrio? Se puede calificar con todos los adjetivos que no tengan que ver con pobre y simple. Sus arcos de estilo gótico flamígero y sus trabajados capiteles con figuras de diferente naturaleza consagran su interés. Esta orden en un primer momento era mucho más ortodoxa, pero con el paso del tiempo la mente de los monjes se fue adaptando a los nuevos tiempos y aceptando más lujos ... Ay, si San Benito, fundador de los cistercienses, levantara la cabeza. En cualquier caso, construyeron en las cercanías otros templos por la región. Así, ahora junto a este, el de Vallbona de les Monges y Poblet –aún en uso– conforman la ruta del Císter.
Nos restará visitar Les Coves de l’ Espluga. Se trata de la séptima cueva más larga del mundo formada por conglomerado, donde el hombre ha dejado su huella desde tiempos prehistóricos. A través de sus cavidades visitables, maquetas a tamaño natural y paneles nos cuentan el estilo de vida y diferentes curiosidades geológicas. Las familias más aventureras pueden reservar incursiones espeleológicas.
Nada mejor que, para poner el punto final, acudir a La Boella. Un centro muy sofisticado que cuenta con restaurante, hotel, sala de convenciones, bodega y almazara. Una buena opción es realizar una cata de vinos de las diferentes D.O. que existen en la Costa Daurada y de los aceites que salen de sus propias cosechas. Los niños disfrutarán con la enorme maqueta que tiene todo tipo de trenes y los núcleos más importantes de esta región –la estación del AVE, el aeropuerto, Port Aventura...–. Durante veinte minutos las locomotoras se ponen en marcha y los medios audiovisuales harán que se haga de noche, amanezca e, incluso, haya una tormenta.
Y así termina nuestra escapada a este rincón de Cataluña donde todos podemos pasar unas inolvidables vacaciones. Porque a unos nos gusta el vino y a otros, los trenecitos; porque los adolescentes –y algunos creciditos– se divierten con la vida nocturna de Salou y los peques con sus parques infantiles; porque los hijos más jóvenes quieren saber cómo vivieron los enemigos de Obelix o El protagonista de Gladiator y a los padres nos puede apasionar la civilización romana; porque hay buenas temperaturas todo el año, sol, playa y montañas. Porque Costa Daurada tiene una cara distinta para cada uno. Elegid la vuestra.
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