Estas vacaciones nos vamos a ir al pueblo con la familia pero el año pasado hicimos algo diferente y nos gustaría compartirlo con vosotros. Estuvimos recorriendo varios sitios de Galicia pero lo que más nos gustó de todo fue Baiona y las Islas Cíes. Memorable.
RIBEIRA SACRA. Donde Galicia se vuelve mística
Tiene todo el encanto de los lugares por descubrir, de los rincones poco habituados a los trasiegos de turistas. Quien viene hasta aquí va buscando, sin duda, autenticidad y energía pura, algo que se percibe nada más pisar este territorio surcado por los ríos Sil, Cabe y Miño. ¡Entramos en la Ribeira Sacra!
Rosario, la madre abadesa del monasterio de las Bernardas, en Ferreira de Pantón, nos está esperando junto a María y Bea. Nos recibe con la talla original de una virgen románica que guardan en este monasterio cisterciense habitado hoy por monjas de clausura de la Orden de las Bernardas. La madre abadesa, que no se separa de la escultura en ningún momento, nos cuenta un poco de la historia de este lugar, el único monasterio femenino de la orden que ha mantenido vida religiosa continuada desde su fundación hasta la actualidad. También nos relata cómo en 1975 se encontró la talla de la virgen cuando se hacían unas reformas en el edificio. Agradecidos por el tiempo que nos ha dedicado, dejamos que siga con los quehaceres de su vida ordenada y retirada, más allá de los muros de los espacios comunes del monasterio, y nos quedamos con María y Bea. Con ellas vamos a comenzar nuestra visita a la Ribeira Sacra, un territorio que comparten las provincias de Lugo y Orense y que es el área de mayor concentración de arte románico del mundo. ¡Ahí es nada!
Castañas, vino y pescado
Hemos pensado que una buena forma de empezar a conocer esta tierra es hacerlo a través del estilo artístico que dominó gran parte de la Baja Edad Media. María y Bea son especialistas en él. Especialistas y apasionadas. Por eso montaron una empresa, Mais que Románico, con la que realizan paseos guiados por toda la zona. Después de visitar la iglesia del monasterio de Ferreira, nos vamos a San Miguel de Eiré, otro de los lugares que no hay que perderse. También fue un cenobio femenino, hoy en día deshabitado. En realidad, casi todos los de la comarca se convirtieron en femeninos, pues una reforma de los Reyes Católicos obligó a los monjes a trasladarse a Santiago y, de esa forma, fueron las hijas de los nobles las que, tomando los hábitos, los fundaron y habitaron a partir de entonces.
Los monasterios tuvieron una gran importancia en el impulso de la viticultura, que es la otra marca de identidad de la Ribeira Sacra, pues utilizaban el viñedo para asentar a la población y como medio de subsistencia. Los monjes buscaban la vida ascética, de acuerdo, pero si eligieron este lugar también fue porque aquí encontraban una gran riqueza agrícola: tenían castañas, uva (y vino) y pescado. Por eso, muchos de los edificios religiosos se hallan situados cerca de los ríos pero escondidos en las laderas, como Santa Cristina de Ribas de Sil, una muestra del románico pleno, en un entorno paradisíaco.
Oculto también en un frondoso bosque se encuentra San Pedro de Rocas, el conjunto monacal más antiguo de toda Galicia. El gran valor de este sitio reside en la iglesia, cuya cabecera está formada por tres cuevas excavadas en la roca. Es una muestra perfecta de cómo en la península ibérica se pasó de la vida eremítica, en la que unas pocas personas oraban en solitario, a la vida cenobítica, en la que varias almas se agrupaban para orar en comunidad. Pero en este recorrido introductorio todavía queda un hito por el que hay que acercarse inevitablemente. Está en Nogueira de Ramuín y se trata del antiguo monasterio benedictino de Santo Estevo, convertido hoy en Parador de Turismo. Sus tres claustros nos muestran los gustos y usos de la arquitectura en el románico, el gótico y el renacimiento. Es un lugar para olvidarse de las prisas y dejar pasar el tiempo; para caminar, charlar o disfrutar del silencio… y guardarse la experiencia para nosotros mismos porque, entre lo recóndito del lugar y los gruesos muros del edificio, aquí los móviles no suelen tener cobertura, o sea que ni Whatsapp, ni Instagram, ni Twitter que valga…
Balcones de roca
La abundancia de monasterios, eremitorios y cenobios ubicados en los cañones y laderas de los ríos Sil y Miño es precisamente lo que se supone que dio nombre a la zona, según un documento del año 1124 en el que se hace referencia a la comarca como Rivoira Sacrata (traducido como “Ribeira Sacra”). Pero hay una segunda versión que identifica lo escrito como Rovoyra Sacrata, y que haría alusión a los bosques de robles, también muy abundantes por ese territorio, y que, por herencia celta, eran lugares sagrados y de veneración. Estos bosques siguen existiendo, y los encontramos en muchos de los itinerarios que llevan hasta los numerosos miradores situados en lo alto de los cañones. Son los mejores enclaves para apreciar la grandiosidad y espectacularidad del paisaje… ¡y además de manera gratuita! Cadeiras, Cividade, Cabezoás, del Duque, Loureiro o los Balcones de Madrid son algunos de ellos, cada uno con su particularidad y con sus historias, como este último, que lleva ese nombre porque desde aquí salían los barquilleiros a vender su mercancía. Parada de Sil, la localidad a la que pertenece, era conocida por estos barquilleiros que se ausentaban durante meses para trabajar fuera. La mayoría acudían a Madrid, así que este lugar, desde donde se despedían las mujeres y los niños que se quedaban en el pueblo y desde donde los veían marchar (ya fuera a Madrid o a otro lugar) acabó por llamarse Balcones de Madrid. No solo había por aquí barquilleiros, también afiladores, oleiros, cordeiros y aguardenteiros. Era una zona rica, pero la tierra pertenecía a los monasterios, por lo que la gente tenía que buscar otro sustento.
Viticultura heroica
Junto al románico, el producto estrella de esta comarca es el vino, como ya hemos apuntado. Aunque Galicia tenga un clima atlántico, el de la Ribeira Sacra está más cerca del mediterráneo, por lo que es un lugar perfecto para la producción vinícola, además de otros productos propios de diferentes latitudes como cerezas, peras o higos. La vid la trajeron los romanos, que llegaron aquí persiguiendo el oro de los ríos: incluso desviaron el curso del Sil para desecar un tramo y tener más fácil acceso al metal dorado. El testigo de aquella obra de ingeniería romana sigue presente en Montefurado, con el enorme agujero abierto en la roca de la montaña. Se llevaron el oro y dejaron el vino… así que a lo mejor no fue un mal cambio después de todo.
Los monjes, como decíamos, se encargaron de continuar el cultivo de la vid y de perfeccionarlo, modelando el paisaje hasta convertirlo en una sucesión de laderas repletas de viñedo plantado en terrazas, en lugares que la razón juzga imposibles, pues llegan a tener hasta un 90% de inclinación. Por eso recibe el nombre de “viticultura heroica”. Las terrazas, bancales o socalcos, que de las tres formas se llaman, sirven para salvar el desnivel y poder caminar, además de dar un soporte a la planta, reducir la pérdida de agua por la erosión y evitar que se formen grutas en el interior de la roca. Así se cultiva por aquí la vid: perdiendo en salud pero ganando en exclusividad.
Este paisaje hay que verlo y disfrutarlo desde arriba y desde el río. En la parte del Sil, desde arriba hay que visitar bodegas como Rectoral de Amandi, una de las impulsoras de la denominación de origen y desde donde podemos seguir un camino entre viñedos hasta llegar a un pequeño mirador, que regala una vista espectacular. En Doade, Regina Viarum, a una altitud mayor, ofrece otra panorámica grandiosa, y recorre la zona con el tren turístico Aba Sacra. También en Doade es visita obligatoria Adega Algueira. Fernando y Ana levantaron esta bodega en mitad de un bosque de castaños y robles, en un edificio que imita una construcción monacal románica. Pero lo que más sorprende de aquí son los vinos, muchos de ellos elaborados con variedades autóctonas recuperadas, y el conocimiento de Fernando: toda una clase de historia y cultura del vino en las visitas a esta bodega. Pero ahora toca bajar al río y cambiar de perspectiva. Algueria ofrece paseos en el catamarán O Brandán, un barco de pequeño calado para grupos reducidos que es una de las actividades enoturísticas más demandadas en la zona.
En barca hasta el fin del mundo
Pasamos ahora al Miño y sus riberas donde el color verde lo inunda todo la mayor parte el año. Por aquí encontramos también propuestas muy originales, como la sala de catas de la bodega Casa Moreiras, que es un antiguo palomar de estructura circular, rehabilitado y acondicionado para ello; el rincón lounge y el diseño de las bodegas y el hotel rural Prádio, donde la piedra gris se mezcla con materiales como madera o acero corten; o las barricas fashion (con fletes en rosa y verde) de Abadía da Cova (Bodegas Moure). Esta bodega está justo enfrente del cabo do Mundo, un meandro del río Miño en un paraje imponente. Es un lugar con muchas leyendas y donde dicen que “empieza todo” porque desaparecen las prisas y esta vida enloquecida que llevamos. Tomemos nota… Es más o menos lo que hizo Luisa, licenciada en Turismo Internacional y especializada en Desarrollo Sostenible, que dejó Londres tras bastantes años viviendo allí y volvió a su tierra para montar una empresa de viajes a la carta por el río Miño… en una lancha neumática. Con Quinta Sacra podemos recorrer cualquier rincón del Miño y disfrutar de experiencias como visitas a artesanos; tomar una botella de vino junto a una cascada, sin más ruido que el del agua cayendo y los pájaros; almorzar en un bosque o surcar, sin más, las aguas encajonadas del río, más allá del cabo do Mundo…
Galicia es tierra de meigas. Pero también de reinas, de leyendas y de historias que han pasado de generación en generación de forma oral hasta traer, a nuestros días, historias fantásticas de las que piden ser contadas alrededor de una lumbre o de una de las cocinas gallegas. Y qué mejor que acompañarlas por unas exquisitas filloas.