A caballo entre el Sistema Ibérico y el Central, siguiendo sus marcas rojas y blancas, se recorren más de 700 km que suponen un descubrimiento memorable todos los días. Las botas avanzan pausadamente, a veces pisando caminos carreteros, sendas vecinales o calzadas romanas; por la mañana, se camina por una pista forestal que se interna en un soberbio pinar para terminar la jornada saltando entre piedras que sirven de paso para cruzar un pequeño río. Hay cañones vigilados por buitres, panorámicas de alta montaña, acebales que compiten en belleza con hayedos y robledales, ermitas escondidas, historia a raudales…
Se destapa, además, la idiosincrasia de poblaciones de todo tipo, desde aldeas abandonadas a elegantes villas de castillos y monasterios, pasando por lugares donde la piedra, que antes era arquitectura popular, ahora casi puede ser considerada puro arte. Y silencio, mucho silencio, roto tan solo por las aves… Nos hallamos en Soria, donde uno puede caminar cuatro horas sin encontrarse a nadie para toparse consigo mismo cuando menos se lo espera.
Es todo un placer recorrer el GR-86. Pero también es un privilegio ya que se requiere un mes para completarlo. Por ello, hemos decidido en Viajeros tentarte con una escapada de fin de semana por una de sus zonas más desconocidas. Hablamos del tramo que recorre su punta sureste: Tierras de Medinaceli. Recuerda en ciertos puntos a las Bardenas navarras por sus formas selenitas y misteriosas; en otros, el verde retorna a los escenarios con el traje de soberbios sabinares para luego sorprenderte con el ocre de un abrupto cañón.
Es una Soria singular y diferente, muy agradable para ser andada.... y conducida.