Resumiendo, hay que disfrutarla sin prisas, solo y acompañado. Conviene, además, subir a alguna de las colinas adyacentes para contemplarla en toda su extensión. Y casi inevitable es llevarse un recuerdo y probar de nuevo qué tal se nos da ese juego llamado regateo. Finalmente, recomendar a aquellos que dispongan de tiempo que sigan disfrutando con otras zonas de la ciudad como la Mellah –situada en Fez El-Jdid, con atractivos históricos y un llamativo comercio de joyas– o las tumbas benimerines y sus vistas al atardecer.
Aparte de todo lo anterior, Fez cuenta con mucho más. Se dice que es la capital espiritual, artística y gastronómica del país, y es sencillo comprobar tanto halago. En cuanto al paladar, es fácil darse un homenaje, ya sea en un establecimiento reputado o en algún otro que, sin tanta fama, sorprende, por ejemplo, con un tajín memorable. Respecto al espíritu, los pasajes de la Historia y las madrazas que alberga son testigos incuestionables. Y en cuanto a los movimientos culturales, encontraremos un sinfín de acontecimientos muy interesantes que nos pueden servir de excusa para nuestra visita como, por ejemplo, el Festival de Música Sacra, el de Jazz in Riads o el del Arte Culinario.
Actuación de un grupo de música gnawa en el Riad Maison Bleue de Fez.
Continuamos esta ruta de Cuidades Imperiales por Meknés, Ifrane y Volúbilis....
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