Más allá del arte rupestre, una de las grandes atracciones de Matobo es el World’s View, una colina salpicada de rocas esféricas que ejerce de perfecto mirador sobre el parque nacional. En este espectacular enclave se ubica la tumba del controvertido colonizador Cecil Rhodes, quien escogió ser enterrado aquí en 1902. Para ponernos en antecedentes: Rhodes fue un poderoso comerciante de diamantes que, ganando terreno a los líderes locales y auspiciado por el Imperio Británico, fundó un estado que llevaría su nombre: Rhodesia. Posteriormente, sería dividida en dos, Rhodesia del Norte y Rhodesia del Sur, dos países que existieron hasta 1980, momento en que se convirtieron en las actuales Zambia y Zimbabue.
Igual que sucede en casi todo parque nacional africano, la estrella indiscutible de Matobo es el propio reino animal que lo habita, especialmente los rinocerontes blancos (Ceratotherium simum) y los negros (Diceros bicornis), especies que fueron reintroducidas después de su desaparición del parque a mediados del siglo XX. La caza excesiva con fines lúdicos y medicinales –hasta el mismísimo Hemingway se vanagloriaba de haberlos abatido– terminaron con ellos en Matobo hasta que en 1960 se declaró su protección en todo el mundo. Hoy el rinoceronte negro está en la Lista Roja de la UICN de especies en peligro crítico de extinción, con solo 4.880 individuos en toda África. Y el futuro no es nada prometedor: si nada lo impide, los expertos vaticinan que su extinción llegará en aproximadamente diez años.
El Parque Nacional de Matobo es un lugar excepcional, no solo por la fragilidad de sus habitantes, sino por el hecho de que los safaris para ver rinocerontes se hacen… ¡a pie!