Cada noche, Sherezade contaba una historia al sultán Shahriar, a cambio de que este perdonase su vida. Hicieron falta mil y una noches para cautivar al sultán. Mucho menos necesita Irán para cautivarte. Bienvenidos a un lugar que no deja indiferente, hospitalario, repleto de cultura, con increíbles tesoros artísticos y arquitectónicos. Mezquitas, mausoleos, jardines y palacios serán parte del escenario de nuestro cuento de esta noche.
Llegamos a Isfahan tras una travesía por el desierto que contrasta con la nieve de las altas montañas. Es una ciudad importante con amplias avenidas llenas de árboles y con un tráfico no agobiante, como si estuviese hecha para disfrutar la vida.
La Plaza del Imán o Plaza de Naghsh-e-Jahan, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1979, fue construída en 1612 por el Sha Abbas I y orientada de noroeste a sureste, siguiendo un orden y simetría perfecta. Tiene el tráfico restringido únicamente a calesas que protegen las ruedas con gomas y que constantemente pasean a los turistas. Las edificaciones tienen dos alturas y en sus bajos está la mayor cantidad de tiendas de artesanía de todo tipo: latón esmaltado, alfombras, cerámicas, dulces,.., parte pertenece al bazar. Abrazada en sus laterales por cuatro monumentos; en la parte norte está el portal Qaisarieh que da entrada a la fabulosa plaza, el más importante está en la parte sur, es la Mezquita del Imán, una obra maestra de la arquitectura mundial, el rey Sha Abbas I la comenzó en 1612 y se finalizó en 1638 por su sucesor. Típica mezquita iraní con patio central rodeado de pórticos y cuatro iwans. Una exquisita decoración con cerámica esmaltada con todo tipo de dibujos y figuras, inluso en la portada principal encontramos cerámica de oro y plata con poemas. La policromía safávida aquí alcanza el nivel más alto mundial.