Buena filosofía la de esta ciudad suiza situada más o menos hacia la mitad de la orilla norte del lago Lemán (también conocido como lago de Ginebra), en la parte francófona del país. Tal vez los vinos producidos en esta región ayuden a ese cometido, con variedades locales como la Chasselas, que reflejan a la perfección el terroir donde nos encontramos. Pero de vinos hablaremos un poco más adelante, porque más que por él, la ciudad ha estado marcada por un líquido más común: el agua.
Además de encontrarse junto al lago, que como a toda la región le aporta un microclima que suaviza los inviernos y refresca los veranos, Lausanne ha estado marcada por los ríos. Cuatro corrientes de agua la atraviesan pero dos de ellas, el Flon y el Louve, están hoy soterrados. En el antiguo curso del primero se ha levantado uno de los nuevos barrios de la ciudad. Lleva su mismo nombre, Flon, y es un lugar donde se prodigan los bares, restaurantes, tiendas, escuelas de música y espacios de ocio. Aquí, la arquitectura del pasado industrial de la ciudad se mezcla con nuevos edificios vanguardistas como el llamado La Miroiterie. En su interior se despliegan listones de cemento a modo de ramas que parten de troncos-pilares que soportan la estructura, mientras que su exterior es una especie de piel formada por unos enormes almohadones de cuádruple membrana, rellenos de aire cuya presión se controla en todo momento, y se inflan o desinflan regulando la temperatura del edificio. Pero la tecnología y el diseño no son exclusivos de los edificios del Flon: en otra parte de la ciudad, frente al lago, el Museo Olímpico podría sumarse a esa lista. Así de primeras, uno tendría la tentación de obviar la visita a este lugar, pero sería un gran error. La arquitectura y el diseño contemporáneo son uno de sus atractivos. La vanguardia de sus instalaciones y la interactividad del contenido también enganchan. Aquí podemos estar horas y horas aprendiendo miles de anécdotas y curiosidades sobre la historia de los Juegos Olímpicos, de los deportes, las celebraciones, las equipaciones y su evolución en la historia y hasta de las mascotas que han tenido, entre las que está Cobi, por supuesto.
Montreux, el espectáculo continúa
Siguiendo la orilla del lago Lemán en dirección Este desde Lausanne, llegaremos a Montreux y a una zona con un paisaje tal vez poco esperado: viñedos y más viñedos que, en terrazas y en pendiente, llegan hasta la orilla misma del agua. La región de Lavaux está declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y, junto al resto de la Montreux Riviera, tal vez sea uno de los paisajes más bellos del país. Viñedos, castillos y pequeños pueblecitos al borde del lago que miran hacia la otra orilla, la francesa, donde aparece la silueta imponente de los Alpes. Evidentemente, hay caminos y carreteras panorámicas para recorrer en coche o en bici, que bien merecen la pena. Lo mismo que visitar algunas de las bodegas de la zona, como la de Patrick Fonjallaz, Au Clos de la République, de excelentes vinos de variedades locales. En las paredes de la sala de barricas unas fotos antiguas recuerdan la visita de Charles Chaplin. Y es que toda esta riviera ha sido desde siempre un lugar muy apreciado y concurrido por grandes personalidades del mundo del cine, las artes o la política. Casi todas ellas han pasado (o incluso residido) por Montreux, que sería la Niza suiza.
Su agradable climatología, la excelente calidad de vida y el encanto de la arquitectura de la Belle Époque han seducido a personajes como Victor Hugo, Sissi, Igor Stravinski, Lord Byron, Gustave Eiffel, Charlie Chaplin, Gandhi o Freddie Mercury, que visitó la ciudad para actuar en su famoso Festival de Jazz y se enamoró de ella, llegando a comprar una casa y un estudio de grabación. Una estatua en el paseo junto al lago le recuerda para siempre.
El Festival de Jazz de Montreux es uno de los más importantes a escala mundial y el animado ambiente que hay en las calles durante los días en que se desarrolla es extraordinario. Este encuentro musical se ha convertido en uno de los atractivos de la ciudad pero su fama viene ya del siglo XVIII cuando escritores como Jean-Jacques Rousseau y Lord Byron llevaron a sus obras los paisajes y las historias de estos lugares. El Castillo de Chillon forma parte de dos novelas de estos literatos y desde entonces es uno de los enclaves más visitados. Fue construido por la Casa de Saboya para controlar el acceso a través del lago. No es extraño que lo visiten más de 300.000 personas al año porque verdaderamente es hermoso y guarda rincones y recovecos donde, inevitablemente, damos rienda suelta a nuestra imaginación y nos trasladamos a otra época. Una de las maneras de recorrerlo es mediante una visita guiada recreada, en la que nos acompañará un personaje relacionado con el lugar, como Lord Byron, por ejemplo.
La efervescente Zúrich
En la parte opuesta del país, en el noreste, está la tercera ciudad con lago de nuestro recorrido: Zúrich. Es la localidad más poblada de toda Suiza aunque resulta muy cómoda y agradable para vivir. El lago tiene el mismo nombre que la ciudad y en sus orillas, además de estar cultivadas por su fertilidad, se reparten otras ciudades, pueblos y algunos de los distritos zuriqueses. Pero, casi más que el lago, lo que le da personalidad a esta ciudad es el río que la atraviesa, el Limmat. Sus aguas proceden de un glaciar de los Alpes por lo que suelen estar muchísimo más limpias de lo que esperaríamos en un río “de ciudad”. De hecho, aquí podemos bañarnos sin problema. Aunque, claro, mejor en verano pues el resto del año el agua y la temperatura en general son más bien… frías. Tanto en el río como en el lago existen zonas de baño, algunas de ellas muy particulares, conocidas como “casas de baños”, que recuerdan a los balnearios decimonónicos. Mixtas o separadas por sexos, estos “badis” son instalaciones que acotan un área del río para poder bañarse y tomar el sol tranquilamente. Surgieron en el siglo XIX cuando la mayoría de las casas no disponían de baño. Hoy son uno de los más curiosos atractivos de la ciudad pues, además de hacer las veces de piscina o playa, por la noche se convierten en bares, restaurantes, cines al aire libre o pistas de baile.
El ambiente de Zúrich es muy animado pues, además de ser un gran centro financiero, es ciudad universitaria. El casco histórico tiene dos partes diferenciadas, una a cada orilla del río. Schipfe es el nombre de uno de los barrios más antiguos, donde vivían los pescadores y donde estaba el puerto de mercancías en la Edad Media. Sus callejuelas conservan hoy algo de aquel ambiente pues es el lugar donde encontramos las tiendas de artesanía y productos más auténticos. Lo mismo que el barrio de Niederdorf, en la orilla opuesta, donde están los bares, restaurantes y tiendas más originales. En Lindenhof, el barrio contiguo a Schipfe, y justo enfrente pero en la otra orilla, también podemos encontrar calles tranquilas, con pequeñas terrazas y cafés, tiendas gourmet y uno de los locales más atractivos de la localidad: el Cabaret Voltaire, el lugar donde nació el movimiento dadaísta en 1916, que hoy es sala de espectáculos, bar, tienda y lugar de conferencias y actividades en torno a la literatura y las artes.
Pero el barrio de moda en Zúrich es Zurich West.
Como en muchas otras ciudades de todo el mundo, la antigua zona industrial se ha renovado y reconvertido, manteniendo edificios, estructuras y espacios, pero dándoles un nuevo look y un nuevo uso. Aquí han surgido tiendas de diseño y decoración, anticuarios que se vuelven locos con el estilo vintage y restaurantes de todo tipo. En los arcos del Viaducto se encuentran buena parte de todos estos locales, pero no hay que dejar de ir a la zona conocida como Frau Gerolds Garten, un espacio abierto, donde se cultivan huertos ecológicos y jardines de flores, y donde se han instalado pequeños restaurantes vegetarianos y tiendas diversas, utilizando ubicaciones tan peregrinas como una antigua caravana de circo o unos contenedores industriales, como es el caso de la conocida marca de bolsos y carteras Freitag.
No sabríamos decir con cuál de las tres ciudades de nuestro recorrido nos quedaríamos, pero bueno, tampoco tenemos por qué elegir sólo una, ¿verdad? Las tres forman un buen conjunto y se complementan a la perfección, pero nos han quedado ganas de explorarlas más a conciencia. Así que tendremos que volver en otro momento más tranquilamente...
Para apasionados de los viajes
Baúles y maletas con historia. Pero historia con mayúsculas, pues lo que encontramos en la tienda de anticuarios La Malle au Trésor son los objetos y útiles de antaño diseñados para los viajes, para los grandes viajes.
Maletas, sombrereras, baúles… concebidos para durar en el tiempo; piezas únicas que, restauradas por Pierre Ilg recobran vida en esta tienda ubicada en el Flon, el nuevo barrio de Lausanne. Vuitton, Hermès, Goyard, Moinat… en su versión más original (en todos los aspectos de la palabra). Los de la Piquer no están pero alguno de Coco Chanel sí se puede conseguir... Para coleccionistas y curiosos.