El puente romano por el que accedo a Niebla es uno de los elementos más antiguos de esta pequeña ciudad, en la que ya antes habitaron fenicios y tartesios. Los mismos romanos que construyeron este viaducto levantaron una muralla que después los musulmanes almohades se encargaron de ampliar y remozar, utilizando la tierra ocre, colorada, granate de los alrededores, y que acabaría dándole el apodo de Medina Al-Ham’rá, o sea, la Ciudad Roja, aunque su nombre era Lebla. La muralla de aquella ciudad roja sigue hoy en pie, con sus torres y con sus puertas (las del Embarcadero, el Agujero, el Agua, el Socorro, Sevilla y el Buey). Dentro, en el dédalo de calles de trazado completamente irregular, las casas encaladas se codean con edificios de porte regio, como la iglesia de Santa María de la Granada, que ya desde fuera uno intuye que fue mezquita, o la de San Martín, de la que solo queda el ábside gótico-mudéjar con su torre y espadaña y el lienzo de la portada. También fue mezquita, y sinagoga, y luego iglesia, pero sus muros se tiraron con el tiempo… para construir la vía de acceso directa desde la puerta del Socorro… Ahora ya no pasan coches por aquí y el lugar que ocupaban las naves sirve hoy de plaza. En fin… nada permanece para siempre…
Le pasa lo mismo al Castillo de los Guzmanes que, aunque sigue en pie, se ve que vivió tiempos mejores. La visita nos muestra cómo era la vida en él y, en general, en la época medieval: las creencias y la ciencia, la cocina, la sociedad, las armas y la guerra. Por cierto, ¿sabíais que Niebla es uno de los lugares donde se cree que primero se utilizó la pólvora como elemento bélico? Fue en el siglo XIII, durante el asalto en 1262 de las tropas cristianas en la Reconquista. Por aquel entonces hacía ya varios cientos de años que China utilizaba este polvo explosivo a base de nitrato potásico, carbón y azufre… ¡pero para elaborar fuegos artificiales! Otro tipo de armas se muestran también en las antiguas mazmorras, excavadas a dos niveles y con un entramado laberíntico: las armas de la tortura. Una exposición sobre instrumentos y métodos de tortura recuerda cómo nos las hemos gastado los hombres a lo largo de la historia (y aún hoy en día) con los que consideramos enemigos… Pero en verano, el patio del castillo conjura todo ese pasado de luchas con la celebración de un festival de teatro y danza, que este año cumple ya su edición número 32. Aunque hay un espectáculo permanente justo a las afueras de esta y otras poblaciones de la comarca: el río Tinto. Su caudal es rojo, tinto (de ahí su nombre) y su lecho adquiere coloraciones amarillas, ocres, moradas, pardas, negras y anaranjadas, debido a los minerales que arrastra de los yacimientos situados a lo largo del cauce. Y uno no se cansa de mirar y de maravillarse ante esa exhibición de delirio cromático que contiene toda la tabla periódica de los elementos, que hoy podemos explicar científicamente pero que mucho tiempo atrás sirvió para que los pueblos primitivos lo trataran con recelo, estupor y adoración, y atribuyeran orígenes divinos y sagrados a los asentamientos que establecían en sus orillas.
El río Tinto arrastra minerales que tiñen su lecho ocres, naranjas y morados.