La costa del Pacífico de México guarda rincones asombrosos y, en algunos de ellos, podemos encontrar establecimientos como Las Palmas Villas y Casitas, un hotel compuesto de pequeñas villas o apartamentos privados que dan a nuestro periodo de estancia un 'tempo' y un matiz diferente.
México. Los tesoros de Yucatán
En el sudeste mexicano, la bella península de Yucatán atrae con sus aguas azúl turquesa, arrecifes coralinos, extensas playas de arena blanca, villas coloniales y la posibilidad de explorar las enigmáticas ciudades mayas perdidas en la jungla.
Es uno de los libros sagrados de la cultura maya, que interpreta de una forma particular y poética la creación del mundo: cuando no había más que inmovilidad en La Tierra, los dioses la poblaron con animales y hombres que pudieran adorarlos. Al principio los hicieron de lodo pero acabaron deshaciéndose en el agua; un segundo intento con madera volvió a fracasar, pues no poseían alma ni conocimiento con los que alabar a sus creadores, así que un diluvio los barrió del mundo; por fin, engendrados con maíz, los hombres dieron gracias y honraron a los dioses. El acierto fue tal, que la sabiduría de los mortales rivalizó con las de sus creadores, por lo que estos lanzaron un vaho sobre sus ojos, nublando su visión y limitando su entendimiento. La civilización maya nos sorprende con estas concepciones románticas de la creación y con toda su cultura: crearon el lenguaje escrito más complejo de América, lograron grandes avances en matemáticas, elaboraron un calendario solar y lunar muy exacto y fueron capaces de predecir los eclipses o seguir los movimientos de planetas como Venus. Además, no hay que desestimar la grandiosidad de sus ciudades, a pesar de que hoy únicamente se puede contemplar lo que las excavaciones han podido salvar de la voracidad de la selva y el implacable paso del tiempo.
Rituales Mayas
La mayor de todas las ciudades mayas de Yucatán es Chichén Itzá. Su polo magnético es El Castillo o Pirámide de Kukulkán (‘serpiente emplumada"), nombre que dieron los mayas a la divinidad tolteca Quetzalcóatl. Pero la fuerza del Castillo no se debe a su monumentalidad ni a sus 24 metros de altura: más bien impresiona por su extraña elegancia y, sobre todo, porque está orientado de una forma diferente respecto a los edificios adyacentes. Naturalmente, su particular disposición no es casual, sino que es el resultado de una investigación meticulosa que permite un juego de luces y sombras sin precedentes: en los días de los equinoccios las nueve plataformas del edificio proyectan sobre la escalinata norte una sombra que parece dar vida a una de las cabezas de serpiente que se hallan en la base. Cuando el sol desciende, la serpiente (Kukulkán) baja a La Tierra, tal y como viene haciendo desde los últimos mil años. La estructura de la pirámide recuerda al calendario astronómico de los mayas. En total tiene 365 peldaños, los días del año; 18 terrazas, equivalentes a los meses que sigue este calendario; y en cada cara hay 52 tableros, que simbolizan los años del siglo mesoamericano, que mide la marcha del tiempo.
Me acerco al campo del juego de pelota, el más grande de toda Mesoamérica; un campo de juego para los dioses en el que las divinidades, a través de sus alter ego humanos, se jugaban el destino del mundo. No se trataba de una manifestación deportiva sino de un ritual religioso que para los mayas reproducía los mitos cosmogónicos de la creación del mundo. Los contendientes golpeaban una pesada pelota de caucho con las caderas o con los muslos que no debía tocar el suelo ni salirse del campo. Si un equipo conseguía hacer pasar la pelota a través de un pequeño aro ya había ganador. Entonces los perdedores eran sacrificados, como representan los bajorrelieves de los muros del campo. Sus cuerpos, como el de muchas mujeres vírgenes sacrificadas, descansan unos metros más adelante, en el Cenote Sagrado, descubiertos en las exploraciones subacuáticas.
A unos setenta kilómetros de Chichén Itzá, se encuentra la que tal vez sea la más vistosa y auténtica de todas las ciudades coloniales yucatecas, Izamal. En esta tranquila y pequeña localidad predomina el color amarillo ocre, y en ella se pueden admirar restos de construcciones mayas, como la pirámide Kinich Kak Moo e interesantes ejemplos de arquitectura colonial española, además del imponente convento franciscano de San Antonio de Padua, construido en la segunda mitad del siglo XVI.
Valladolid es otra pequeña y pintoresca villa de sabor colonial, de calles tranquilas y muros de tonos pastel bañados por el sol. La ausencia de yacimientos importantes la ha mantenido como un lugar escasamente frecuentado, y es un buen rincón para chapotear en las límpidas aguas de los cenotes Suytun, Samulá y Dzitnup. Unas escaleras de piedra me conducen hasta el interior del primero, el de Suytun. El diámetro colosal de la bóveda, las formas que inventan sus piedras y los reflejos del sol sobre el agua hacen que me atrape a primera vista. Me sumerjo en el agua con linterna en mano. Un banco de peces plateados desfila ante mis ojos y, en un momento, desaparecen más abajo, en el verde profundo. Este lugar es tan bello como peligroso, algo que me infunde una extraña mezcla de sentimientos, entre atracción, respeto y temor.
Las únicas irregularidades geográficas que rompen la monótona planicie de Yucatán son las onduladas colinas de la región Puuc, que en maya significa montículo. La ciudad más imponente de la sugestiva ruta del mismo nombre es Uxmal, la ‘tres veces construida’, aunque lo cierto es que se reedificó hasta en cinco ocasiones. Posee maravillosos edificios como el Cuadrángulo de las Monjas o el Palacio del Gobernador, pero el que más impresiona es, quizá, la Pirámide del Adivino. Cuenta la leyenda que un enano desafió al rey de Uxmal y lo venció en pruebas tan insólitas como construir un palacio en tan solo una noche o romper nueces de cocoyoles con la cabeza. Como recompensa a estas proezas se le nombró gobernador de Uxmal. Integrados en este magnífico conjunto están también la Casa de las Tortugas, la cancha del Juego de Pelota y la Gran Pirámide. Exhausta tras explorar todo el recinto, me tomo un merecido descanso y presencio el espectáculo de luz y sonido que hay todos los días a las siete de la tarde y que recrea, con una voz en off y una acertada iluminación, la historia del lugar.
Las casas de Izamal se identifican por el color ocre de sus paredes.
Cenotes, playas y antiguas ciudades mayas son los grandes atractivos de Yucatán.
Continuando con mi descubrimiento del mundo antiguo mexicano me desplazo a la región más turística de la península para disfrutar de las impresionantes playas de la Riviera Maya. Me esperan 120 kilómetros de magníficos arenales, además de cenotes y selva baja tropical. A lo largo de este litoral, desde Puerto Morelos a Tulum, hay una sucesión continua de lujosas villas, elegantes hoteles y algunos asentamientos mayas con zonas de bosque tropical (con palmeras, mangos y aguacates) y exuberantes playas que se han acotado para constituir los denominados parques eco-arqueológicos, que pretenden mostrar al visitante las maravillas naturales de la zona y el legado de sus viejas civilizaciones. Yo me decido por el Parque Eco-Arqueológico Xcaret, construido en torno a las ruinas del asentamiento maya de Polé. Durante unas horas me siento como una intrépida exploradora que tiene que bajar por las aguas transparentes de los dos ríos subterráneos que cruzan el parque. Paseo por senderos en medio de la jungla, recorro cuevas misteriosas y admiro de cerca los pumas, los jaguares, los murciélagos, las orquídeas y las mariposas. Me empapo de la cultura mexicana con las danzas prehispánicas, la charrería o los voladores de Paplanta. Y, al caer la noche, una fiesta de luz y color me lleva de una forma mágica por toda la historia de México, desde sus orígenes indígenas, pasando por la llegada de los españoles, hasta llegar a la mezcla exquisita que dio origen a lo que hoy son los mexicanos. Más al sur, con una privilegiada ubicación en la cima de un acantilado y frente al arrecife de coral, aparece, entre verdes palmeras y el Caribe azul turquesa, Tulum, la única gran ciudad costera de los mayas. Fue una de las últimas que aún permanecía viva cuando llegaron los conquistadores. Estremece pensar lo atónitos que debieron quedarse los miembros de la expedición de Juan Grijalva al ver desde el mar una villa con sus murallas, edificios en rojo, azul y amarillo y el fuego ceremonial de la torre vigía, donde al caer la noche los mayas colocaban antorchas para guiar a las canoas que, con sus mercancías, trataban de cruzar por el canal del arrecife.
Indígenas en Tulúm
Las costas del este de la península de Yucatán están bañadas por aguas de un colorido y una transparencia espectacular, además de estar protegidas por una de las barreras coralinas más largas del mundo: 320 kilómetros de muro viviente recorren el perfil de esta parte de México, continuando por Belice y llegando hasta Honduras.
Por la mañana temprano zarpamos del muelle de Playa del Carmen para poner rumbo a la isla más grande del Caribe mexicano: la famosa isla de Cozumel. Para los mayas, Cozumel era la casa de Ixchel, diosa de la fertilidad, por lo que construyeron hermosos templos en su honor. La diosa, en agradecimiento, les envió a su ave preferida, la golondrina, por eso la llamaron isla Cuzamil, ‘el lugar de las golondrinas’. El oceanógrafo y buzo francés Jacques- Yves Cousteau pensaba que este lugar era el más impresionante y hermoso para bucear... ¡y no le faltaba razón! Además de las inmersiones que se pueden hacer en su espectacular Palancar Reef, desde las playas podemos zambullirnos en aguas cálidas y poco profundas para nadar entre grandes esponjas, estrellas de mar y espectaculares gorgonias y corales, siempre rodeados de peces multicolores y, en ocasiones, de simpáticas tortugas.
La Tortuga Verde o Chelonia Mydas es una de las especies que podemos encotrarnos al bucear en la isla de Cozumel
La segunda isla en cuanto a tamaño e importancia es Isla Mujeres. Situada ya en los dominios del golfo de México, constituye el límite norteño del arrecife. Las playas de arena blanca se mezclan con las aguas turquesas, y en el mar la fauna marina nos regala todo su colorido. Embarco en una pequeña lancha con Manuel, que hace, a la vez, de capitán, de guía y de instructor bajo el agua. Nos dirigimos a la Cueva de los Tiburones Dormidos. “Hace unas décadas, me cuenta, un pescador local realizó el descubrimiento de unas cavidades donde un gran número de tiburones yacían como aletargados, lo que desmentía la teoría de que necesitan estar en constante movimiento para respirar. Fue filmado por el comandante Cousteau para uno de sus documentales”. Tras el disfrute de sentir tan de cerca a estos imponentes animales, navegamos hacia el arrecife de Manchones. Al llegar, me tiro al mar sin pensármelo dos veces, y cuál es mi sorpresa cuando descubro que en sus aguas “viven” más de quinientas estatuas y otras obras de arte sobre las que crece el arrecife. Claramente estoy en el Museo Subacuático de Arte, creado por el escultor inglés Jason De Caires Taylor, del que tanto presume en sus folletos Isla Mujeres. Un lugar mágico, en el que una comunidad de esculturas cinceladas a imagen y semejanza de los habitantes de una comunidad maya, conviven en simbiosis con la naturaleza del entorno.
Atardecer en Playa Norte, en Isla Mujeres.
Más al norte, la isla de Holbox se extiende como un pequeño paraíso entre el golfo de México y el mar Caribe. La isla maya más bohemia pertenece a la reserva ecológica Yum Balam. Un lugar para quedarse a vivir… descalzo, porque aquí no hay calles asfaltadas, ni resorts, ni bancos; solo pequeños hoteles, manglares, playas azul turquesa, cenotes, bicis y carritos de golf que los lugareños y viajeros utilizan para moverse. Su lado más auténtico se encuentra en el único pueblo, con casas de colores y techos de paja, donde los paisanos aún visten ponchos y acarrean gallinas. Pero también tiene una cara chic formada por tiendas de firmas independientes y pequeñas galerías de arte. El turismo no ha desnaturalizado el carácter de esta pequeña isla, al menos hasta ahora…
En estos lares el pasado es presente y el presente es pasado, y ambos se enzarzan como dos hermanos peleones. Esta reflexión la hago mientras paseo por una de sus playas infinitas. Las aguas están tranquilas y una galaxia de conchas de todas las formas y colores aparece a cada uno de mis pasos. Sobre mi cabeza vuelan espátulas rosadas, pelícanos, garzas e ibis. ¡No, Holbox no se urbanizará de manera descontrolada! Su belleza natural persistirá, como la propia cultura maya, que aún conserva sus tradiciones mientras van pasando los siglos.
Holbox es uno de los rincones más idílicos de Yucatán.
“No entiendo”, así se traduce “Yukatan”. Esa fue la respuesta que dieron los mayas al primer explorador español en 1517 cuando les preguntó por el nombre del territorio. Sin embargo, entiendo perfectamente que, desde ese primer momento que pisas esta tierra y te dejas impregnar por su rica cultura y tradiciones ancestrales, sólo puedas pensar en volver incluso antes de irte.
Guia práctica
Direcciones de interés
Texto y fotos: Turismo de México y Anuar Patjan
Esta impactante imagen de una ballena jorobada, su cría y un grupo de buceadores ha obtenido el primer premio del concurso fotográfico de viajeros de National Geographic. La fotografía fue realizada por Anuar Patjan Floriuk, de Puebla, México.