Iberia Express añadió el pasado 1 y 2 de junio a su oferta de destinos tres nuevas rutas nacionales e inició sus operaciones de medio radio en Europa. Las nuevas rutas han sido a Fuerteventura, La Palma, Santiago de Compostela, Dublín y Nápoles.
NÁPOLES, SORRENTO Y COSTA AMALFITANA
Nápoles es la puerta de entrada más conveniente a Italia si nuestro objetivo es recorrer Sorrento y la Costa Amalfitana, además de ser un destino que no te cansas de visitar, aunque ya lo conozcas. Nápoles también es la capital de La Campania, la ciudad que mayor población tiene del sur de Italia y la reina del caos.
Nápoles es la antesala de nuestro viaje a Sorrento y la Costa Amalfitana, una ciudad que no te cansas de visitar una y otra vez. Su belleza caótica constrasta con los atractivos que ofrece la península de Sorrento y las preciosas villas que se descuelgan por las laderas, casi hasta besar el mar, en la Costa Amalfitana.
Nápoles es la puerta de entrada más conveniente a Italia si nuestro objetivo es recorrer Sorrento y la Costa Amalfitana, además de ser un destino que no te cansas de visitar, aunque ya lo conozcas. Nápoles también es la capital de La Campania, la ciudad que mayor población tiene del sur de Italia y la reina del caos. Ese mismo caos que desagrada a algunos y enloquece (en el buen sentido) a otros. Una ciudad donde los tenderos vocean su mercancía, donde a pie de calle puedes comprar fruta o pescado, donde tomar un café aunque estés sin blanca o donde el poeta Virgilio escondió un huevo para que la protegiera de cualquier fatalidad. También es ese lugar que enamoró y exacerbó el habitual deseo español de conquista allá por el siglo XV y XVI, llegando a anexionarlo como colonia y virreinato. La mejor muestra de esa floreciente época es el Quarteri Spagnoli (Barrio Español) donde, además de disfrutar de imponentes edificios, es un placer comprobar la agitada vida comercial de vía Toledo. La nostalgia y ese aire decadente napolitano envuelve también el casco histórico (reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco), incluso supera a la opulencia que muestran en su impresionante factura el Duomo, la basílica de San Francesco di Paola, el monasterio de Santa Chiara o el Palazzo Reale.
A pesar de la innegable belleza arquitectónica, Nápoles se ha de vivir en la calle, en sus plazas (como la del Plebiscito, junto a la cual se sitúa el histórico café Gambrinus, donde con suerte no pagas tu café o, si eres generoso, dejas otro abonado para alguien con menos fortuna); en los paseos junto al mar que conducen a lugares tan mágicos como el Castel dell’Ovo (o del Huevo), donde, como hemos comentado, se dice que Virgilio ocultó un huevo que soporta la estructura de la fortaleza y que si se llegara a romper se hundiría la ciudad. Pero no solo en el exterior: Nápoles es incluso bello en el subsuelo. Y es fácilmente demostrable si se recorre el laberinto de pasadizos que conforman las antiguas cisternas griegas. La frialdad subterránea de esos 480 km2 de túneles da paso en el exterior a la luz y la alegría de la que hablara Benito Pérez Galdós en su Viajes y Fantasías: “por la luz vivísima que lo inunda y el colorido del mar, parécese a Cádiz, y por la alegría de sus habitantes, el bullicio de sus calles y el constante aspecto de fiesta (...) tiene gran semejanza con Madrid”. No podríamos estar más de acuerdo. No deberíamos despedirnos de este lugar sin haber asistido a alguna obra en el bellísimo Teatro San Carlo, el segundo más importante de Italia, tras la Scala de Milán; darnos un buen festín de pizza (¡por algo es la cuna de la misma!), probar un babà (un bollo, con forma de seta, empapado en sirope que se ve por todas partes), degustar una sfogliatella crujiente o tomar un rico ‘gelato’.
Nápoles es, también, un punto de partida idóneo para visitar las ruinas de la ciudad romana de Pompeya, sepultada por la erupción del monte Vesubio en el 79 d.C.; e, incluso, para subir al cráter del volcán para observar sus fumarolas e imaginar, por un momento, cómo sucedió aquella gran catástrofe. El Vesubio también lo admiraremos desde el otro lado de la costa, desde Sorrento. ¿Tienes preparado el bañador, protector solar, coche de alquiler y buen humor? Primera parada: península Sorrentina.
Sorrento y las vistas del Vesubio
Los viajeros del Gran Tour sabían bien lo que hacían en el siglo XIX. Estos jóvenes, procedentes de familias nobles europeas, tenían la singular ‘costumbre’ de completar su formación histórica, cultural y literaria realizando un viaje por Europa. Entre los países que recorrían se encontraba Italia y, por supuesto, no pasaban este lugar por alto. No nos sentimos especiales, por tanto, al descubrir la península Sorrentina. Byron, Keats, Scott, Dickens, Goethe, Wagner, Ibsen, y Nietzsche hallaron inspiración en su historia, sus paisajes y su cultura. Intentando captar lo que sus ojos ya admiraron nos dirigimos al Museo Correale di Terranova que, situado en una villa aristocrática, expone pinturas, esculturas, una colección única de relojes e, incluso, manuscritos de uno de los hijos predilectos de la ciudad: el poeta Torcuato de Tasso. Si este espacio es interesante, no es menos sorprendente el Museo Bottega della Tarsia Lignea que ocupa un palacio del siglo XVII. En sus espaciosas salas se exhibe mobiliario tallado a mano con incrustaciones tan perfectas que podrías pasar horas admirándolas. En la planta superior, además, se muestran una serie de cuadros y fotos que reflejan el contexto histórico decimonónico, la época artística más floreciente de la costa sorrentina.
Si en estos lugares se halla atrapado el pasado, es en las calles donde bulle el presente. El trazado griego del casco histórico de Sorrento invita a perderse por decenas de rincones encantadores y de callejuelas. Como por azar, surgen palacios, iglesias, pequeños restaurantes, hoteles, cafeterías, tiendas de recuerdos e, incluso, huertos de cítricos y un viejo molino de agua con una preciosa iluminación nocturna. En una de esas calles estrechas, la vía San Cesáreo, el aroma del limón traspasa el umbral de Confetti e Agrumetti, donde un dicharachero Antonino atiende la tienda e imparte cursos exprés de elaboración de limoncello (imagen superior).
Piazza Tasso, rodeada de bares y terrazas, es el mejor lugar para tomar el pulso a la ciudad y observar el vaivén de locales y turistas que pasean cucurucho en mano. Y es que en Sorrento se toma helado todo el año, dulce o salado. ¿Qué prefieres: helado de limón, de tiramisú, de tomate o de albahaca? Si tras hablar de comida se te abre el apetito, déjate llevar porque la gastronomía también define esta península. Productos sencillos como la berenjena, el pescado, el tomate, la pasta, la mozarella o la pizza se combinan creando ricos platos. ¿Y qué tomamos de postre? Por supuesto, una “delizie al limone”. ¡Estando en la cuna del limón, sería un pecado pedir otra cosa!
Aunque la costa sorrentina es un destino en sí mismo también representa un excelente punto de partida para visitar la isla de Capri, Positano, Amalfi o Ravello. La segunda etapa de este viaje tiene lugar en la COSTA AMALFITANA (continúa leyendo en el enlace).
DATOS PRÁCTICOS
CÓMO LLEGAR
Iberia Express cuenta con vuelos diarios directos (2 h y 35 min) a Nápoles desde Madrid. Los lunes, miércoles, viernes y domingos vuela a las 16 h y los martes, jueves y sábados a las 8.50 h. El regreso desde Nápoles tiene lugar a las 19.15 h (lunes, miércoles, viernes y domingo) o a las 12.05 h (martes, jueves y sábado). Precios en Turista desde 48 euros (comprando i/v) y 175 euros/ Business (comprando i/v). Reservas en www.iberiaexpress.com
MÁS INFORMACIÓN
ENIT (Oficina de Turismo de Italia): www.enit.it/es