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JORDANIA. El Camino de los Reyes

Jordania es uno de los grandes hitos en la agenda de los viajeros, un país seguro y con decenas de enclaves dignos de ser descubiertos, desde las estepas de Wadi Rum hasta el bullicioso centro de Amán, y desde antiguas ruinas hasta el esplendor atemporal del Mar Muerto. Porque… ¿conoces el Camino de los Reyes?

Jordania es uno de los grandes hitos en la agenda de los viajeros, un país seguro y con decenas de enclaves dignos de ser descubiertos, desde las estepas de Wadi Rum hasta el bullicioso centro de Amán, y desde antiguas ruinas hasta el esplendor atemporal del Mar Muerto. Porque… ¿conoces el Camino de los Reyes?

Revista Viajeros (noticias julio 2013) Fuente y fotos: Oficina Turismo de Jordania

En las tierras altas del centro de Jordania, una carretera de más 5.000 años de antigüedad surca extraordinarios paisajes que albergan infinidad de atractivos, desde el impresionante cañón de Wadi Mujib hasta los enigmáticos mosaicos de Madaba, sin olvidar el legendario Monte en el que está enterrado Moisés, la Reserva Natural de Dana o el imponente Castillo de Karak. Se trata del Camino de los Reyes, un viaje al pasado que garantiza los paisajes más variopintos y la sensación de serenidad más apaciguada.

Los mosaicos de Madaba

Comenzando la ruta desde el norte, el primer punto de interés que encontramos es Madaba. Conocida, sobre todo, por sus espectaculares mosaicos bizantinos y omeyas, esconde el conocido mapa de mosaico de Jerusalén y Tierra Santa, del siglo VI. Dicho mosaico, formado por dos millones de teselas de piedra local de vivos colores, representa colinas, valles, pueblos y ciudades que se pueden encontrar hasta el delta del Nilo. Este mapa cubre el suelo de la iglesia ortodoxa griega de San Jorge, situada al noroeste de la ciudad. El panel de mosaico que enmarca el mapa medía originalmente 15,6 m X 6 m, unos 94 m2 aunque hoy en día solo se conserva una cuarta parte del mosaico original.


El Monte Nebo y la Tierra Prometida

A 12,5 kilómetros de Madaba, se halla el Monte Nebo, el lugar desde el que Moisés divisó la Tierra Prometida a la que no se le permitió entrar. Se trata, además, del paraje en el que está enterrado y constituye el lugar santo más venerado del país. Compuesto por los restos de una basílica del siglo IV, así como de otras construcciones más antiguas, su punto más alto se erige sobre la meseta de Transjordania y alcanza los 800 metros sobre el nivel del mar. Desde este punto, el visitante puede admirar un panorama que abraza buena parte de Tierra Santa: hacia el Sur, se divisa el Mar Muerto y el Desierto de Judá y, al oeste, el Valle del Jordán y las montañas de Judea y Samaria. A su vez, y siempre hacia el oeste, este punto también ofrece vistas hacia Belén, la fortaleza de Herodes, las cúpulas de Jerusalén y el oasis de Jericó.

El cañón Wadi Mujib

Extendiéndose hasta el Mar Muerto, el espectacular cañón Wadi Mujib es también una visita obligada. Tiene un kilómetro de profundidad y cuatro de anchura, aunque el Camino del Rey debe sortear 18 kilómetros para descender una pared del Wadi y subir por la opuesta. El paisaje de olivares, alamedas, colinas, rebaños de corderos y aldeas rurales es idéntico a lado y lado. 

La ciudad de Karak, conocida por su castillo de los Cruzados, se encuentra en el Camino de los Reyes a 22 kilómetros del Mar Muerto. La majestuosidad de la silueta de esta ciudad fortificada y su castillo hacen comprensible el motivo por el cual este lugar fue un punto decisivo para el destino de numerosos reyes y naciones. Como antigua fortaleza de las Cruzadas, Karak se sitúa a 900 metros sobre el nivel del mar y se asienta intramuros de la antigua urbe. La ciudad descansa sobre una meseta triangular y el castillo está situado en la estrecha punta meridional. Se puede distinguir la construcción tosca y oscura de los Cruzados de los finos bloques de piedra caliza utilizados en la arquitectura árabe posterior.


Reserva de la Biosfera de Dana

Para finalizar esta ruta por el Camino de los Reyes, nada mejor que reponer fuerzas en la Reserva de la Biosfera de Dana. Se trata de un incomparable remanso de paz y tranquilidad que ofrece una enorme variedad de paisajes, desde montañas boscosas a laderas rocosas, dunas de arena o desiertos pedregosos.

Abarca un área de 308 kilómetros cuadrados y desciende de forma vertiginosa desde los 1.200 metros de su punto más alto hasta 200 metros por debajo del nivel del mar, hasta el jordano valle del Rift. Abarca las preciosas ciudades de la montaña Rummana, las antiguas ruinas arqueológicas de Feynan, el poblado de Dana y los acantilados de arenisca de Wadi Dana. Aloja una variedad de 703 especies de plantas, 215 especies de aves y 38 especies de mamíferos. Los descubrimientos arqueológicos prueban la presencia paleolítica, egipcia, nabatea y romana en esta zona.

Los visitantes tienen, además, la oportunidad de conocer a los habitantes nativos de Dana, que han habitado este territorio durante los últimos 400 años.


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