Textos y fotos Pedro Grifol y M.A. Díaz de Cerio
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Gdansk, Sopot y Gdynia. La Polonia del Báltico

Las ciudades polacas de Gdansk, Sopot y Gdynia conforman el área metropolitana conocida como Trójmiasto (la Triciudad). Es un acreditado destino turístico desde hace más de cien años… pero no tan conocido como se merece. Es buen momento para pensar en un próximo viaje.

¿Por qué no empezar conociendo Polonia por el norte? Ahora no hace falta pasar por Varsovia, para seguir el camino hacia el Mar Báltico. Dejaremos atrás la capital polaca o Cracovia, dos ciudades bellísimas (por supuesto), pero que no dejan de ser núcleos urbanos con pasos subterráneos grises, impertinente tráfico y mundanal ruido. Cada región, cada ciudad, cada pueblo de cada país son diferentes y todos tienen su interés, pero no podemos darnos un atracón de novedades de una sentada, mejor elegir… como en este caso.

Gdansk, Sopot y Gdynia son tres ciudades en una, tan pequeñas y cercanas entre sí que casi podemos ir paseando de una a otra. Tres localidades encadenadas por los mismos sucesos históricos y un milenario legado cultural, a las que también les une los atractivos turísticos que ofrece el Golfo del Báltico: extensas playas de arena fina donde poder practicar el turismo acuático activo, el turismo ‘pasivo’ tumbado en tumbona, el placer de tomar baños de mar en alguno de sus decimonónicos balnearios, o disfrutar de sus excelentes frutos de mar (como el salmón o el arenque). Es decir: un lugar turístico en toda regla

Antes de entrar en materias ociosas es inevitable hacer referencia al hecho histórico que aconteció en aquel lugar a partir de las 4.45 horas de la madrugada del 1 de septiembre de 1939, cuando el acorazado alemán Schleswig-Holstein atacó el puesto militar polaco que defendía la desembocadura del río Vístula y el acceso a la ciudad de Gdansk escupiendo ‘un pepinazo’ en la playa de Sopot. Fue el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que durante años produjo el olvido de aquel lugar… Un lugar vacacional que había puesto de moda un antiguo médico de las tropas de Napoleón –Jean Georges Haffner– en 1823, cuando hizo que los baños de mar se convirtieran en una práctica popular en los períodos estivales. Durante los años de la invasión alemana, los nazis usaron los astilleros de Gdansk para construir buques de guerra, esclavizando a sus habitantes como mano de obra; incluso cambiaron el nombre de la localidad, que recuperó la denominación que ya había tenido en otras épocas, y pasó a llamarse Dánzig.

Las tres pequeñas ciudades polacas quedaron aplastadas bajo la bota fascista hasta que el Ejército Rojo las ‘liberó’ en 1945, aunque durante la dura batalla entre fuerzas alemanas y rusas, el centro de Gdansk quedó completamente destruido. La reconstrucción de la ciudad se inició en 1949, prolongándose durante más de 20 años. Pero… ¡se hizo la luz! y cualquiera que llegue ahora a su centro histórico quedará sorprendido por la recreación al detalle de sus lugares emblemáticos. A excepción de algunos respiraderos de cemento que asoman entre el césped de los parques, testimonios de refugios antiaéreos, nada le recordará los nefastos días de la guerra. Hoy, Gdansk y sus vecinas hermanas vuelven a ser un destino turístico con muchos atractivos por descubrir.

Ciudad renacida

El corazón de Gdansk es una peculiar calle a la que llaman Camino Real porque era el recorrido que hacían los reyes polacos cuando llegaban a la ciudad. A lo largo del mismo, hoy calle principal (Ulica Dluga o calle Larga), se alinean edificios históricos, el ayuntamiento, iglesias, museos y las casas de los ricos mercaderes de los tiempos hansiáticos. Todo reconstruido minuciosamente según pinturas de la época. El Camino Real acaba en la plaza Dlugi Targ (Mercado Largo), repleta de cervecerías con terraza y puestos de souvenirs.

La plaza anterior era el lugar donde los condenados autóctonos tenían el ‘privilegio’ de ser ejecutados en la horca (los reos extranjeros eran ejecutados en una plaza menos vistosa). En un ángulo de la plaza se encuentra la fuente de Neptuno, la estatua profana más antigua de Polonia, y de la que cada guía cuenta su leyenda más o menos enriquecida.

La ciudad tiene muchas calles pintorescas, como Mariacka, fotogénica de día y de noche, en la que inspirándose en grabados antiguos, se han reproducido todos los elementos decorativos hallados bajo las ruinas de la guerra, incluidas las monstruosas e impactantes gárgolas de piedra situadas a pie de calle. También es el lugar de los negocios del ámbar –el oro del Báltico–, esa preciada resina fosilizada que se usaba antiguamente como moneda de cambio y que ahora se utiliza para la elaboración de joyas y figuras decorativas.

Por otro lado, se está construyendo un museo temático que albergará los documentos históricos de las últimas tres décadas referentes al movimiento Solidarnosc, la lucha de los polacos por la libertad y la justicia que capitaneó un electricista llamado Lech Walesa en los años ochenta del pasado siglo y que posteriormente llegó a ocupar el puesto de primer ministro; pero hasta que no esté finalizado el Centro Europeo de Solidaridad es recomendable visitar la exposición permanente llamada ‘Caminos de Libertad’, que recoge una buena parte de la lucha de los polacos contra el gobierno comunista, y que está instalada en un búnker subterráneo bajo la calle Waly Piastowskie. Una entrañable visita, que resulta muy instructiva.



Sopot y Gdynia

Al norte de Gdansk, integrada en la Ciudad Triple, se encuentra Sopot, la más importante y desarrollada localidad del litoral báltico polaco. Su población se triplica durante los meses de verano, que es cuando acuden visitantes de todo el país en busca de sus playas. En otoño empieza la temporada de relax termal en sus balnearios y su ritmo es más sosegado. La arteria principal de Sopot se llama Montecassino (en referencia a los héroes polacos de la famosa batalla del mismo nombre), y es el paseo de la fama por el que se contorsionan turistas y lugareños. La avenida peatonal empieza en la iglesia neogótica de St. George y continúa más allá de tierra firme adentrándose 500 metros en el mar con un muelle de madera al que llaman El Molo. Es el más largo de Europa y hace las veces de paseo marítimo desde el que podemos ver –por extraño que parezca– cisnes en el mar, ya que en el Golfo del Báltico el agua no es muy salada… razón por la cual los cisnes también van a la playa.

En los 635 metros peatonales de la avenida Montecassino encontramos de todo: la casa torcida (Krywy Domek), un centro comercial construido en 2004 según un proyecto de los arquitectos Szotynski y Zaleski, que a su vez fueron inspirados por los cómics de Jan Marcin Szancer; decimonónicos cafés que mantienen el ambiente de entre guerras; elegantes restaurantes, pizzerías, chocolaterías, coctelerías, enotecas y discotecas; músicos callejeros, saltimbanquis y vendedoras de ramitos de flores; tiendas de ropa de marca y joyerías de diseño; y naturalmente los balnearios que dieron origen a Sopot como ciudad de ocio vacacional durante el siglo XIX. Frente al mar, permanece casi intacto el emblemático Grand Hotel, construido en 1927 y famoso por sus amplios salones y, especialmente, por sus cuartos de baño, en los que de los grifos salía agua de mar. Los folletos turísticos reseñan la lista de famosos que se han alojado en él (Marlene Dietrich, Charles de Gaulle, Fidel Castro…) pero ‘olvidan’ citar que Adolf Hitler también pasó allí tres noches. Cosas de la memoria.


Gdynia es la tercera parte del triplete urbano. Hasta los años veinte del pasado siglo era simplemente un pueblo de pescadores, pero posteriormente se convirtió en el puerto más importante de la costa báltica polaca, desde la que operan la mayoría de los ferrys que enlazan las ciudades bálticas escandinavas. Su atractivo se concentra en el puerto antiguo, en el que permanecen atracados dos barcos-museo que pueden visitarse: el acorazado ‘Blyskawica’ que sirvió en la II Guerra Mundial yendo hasta las costas de Normandía, y el velero ‘Dar Pomorza’, que fue buque escuela de la Marina Polaca hasta 1981.

La Triciudad, es, sin duda, la localidad costera con más personalidad de Polonia.

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