Textos y fotos Valentín Rodríguez - Corresponsal de Viajeros en Centroamérica
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GUATEMALA. Visitas imprescindibles

Entre el Pacífico y el Caribe se muestra, como un inmenso tapiz multicolor, una tierra en la que los pueblos indígenas tienen una peculiar visión de la existencia. En la tupida jungla sobresalen los templos mayas y los lagos reflejan majestuosos volcanes. Es una tentadora invitación a ser redescubierta. Es Guatemala.

 

 

Guatemala constituye un singular escenario para entrar en contacto con el pasado maya de Centroamérica y con el rico legado patrimonial que atesora su territorio, colonia de España hasta 1821. Es por excelencia el país de la región con más población indígena distribuida en toda su geografía, cuyas arraigadas tradiciones y apego a los modos de vida de sus ancestros son en sí mismos un enorme atractivo. Pero lo mejor es que todavía hay mucho más: la naturaleza exuberante, la hospitalidad de su gente, el colorido de sus fiestas, las lagunas, los volcanes, el mar...
 
 

Ciudad de Guatemala

En sus inicios, Ciudad de Guatemala apenas abarcaba lo que hoy es el centro histórico, lleno de casas antiguas, pequeños cafés y bares bohemios, con un toque vetusto que rayaba lo encantador. Posteriormente, en los años 60, el corazón financiero se trasladó al sur donde ahora destaca un empuje inmobiliario incansable.
Como parte de la recuperación del casco antiguo de la ciudad, su principal arteria, la Sexta Avenida, ha sido remozada, mostrando ahora un agradable paseo peatonal, escoltado con esculturas, obras de arte y una frondosa alameda, que invitan a disfrutar del entorno.

En esta zona se sitúan el palacio nacional de la Cultura y la catedral Metropolitana, ubicadas enfrente y a un costado de la Plaza Central. En sus alrededores se levanta el antiguo edificio de Correos convertido en el centro municipal de Cultura, con interesantes atractivos.

Un breve recorrido a pie por las principales arterias de la ciudad permite apreciar que Ciudad de Guatemala, capital de los chapines, ofrece una amplia variedad de actividades para el relax y el ocio. Es, además, un estupendo campo base para preparar las excursiones por el país. Nosotros, por ejemplo, pondremos rumbo al Altiplano y, después, a la zona oriental.

 

Las Verapaces o la ruta del Agua

Alta Verapaz es un lugar de agua. Su cabecera es la ciudad de Cobán, fundada por los frailes dominicos en 1543, con una rica arquitectura colonial que le valió que Carlos V la declarara Ciudad Imperial. Cascadas, nacimientos fluviales y selva húmeda conforman el paisaje de esta  agreste región. Como un interminable hilillo fino brota el agua de cualquier sitio y todo el subsuelo de piedra caliza se cubre de pozas.

Así ocurre en la zona de Semuc Champey, a la que se llega en un rápido viaje desde Cobán. Allí, nos espera el río Cahabón y sus pozas de hasta tres metros de profundidad, con saltos impresionantes. El agua es cristalina y gélida, pero soportable después del primer escalofrío y contacto con el cuerpo.

Pequeños hoteles, restaurantes y áreas para acampar rodean la zona. Para los amantes del deporte extremo, además, Alta Verapaz ofrece un abanico de posibilidades, entre ellas el rafting, que se practica en los rápidos del río Cahabón, o la exploración de cuevas subterráneas como las grutas de Lanquin y las del Rey Marcos, esta última estrecha y oscura por lo que hay que entrar acompañado de un guía. Se descubren enormes y bellas estalagmitas y se disfruta con la aventura de penetrar en pasajes subterráneos que el agua ha perforado. Todo ello hace que la experiencia sea inolvidable. Y lo mismo ocurre si uno se acerca al Biotopo Mario Dary Rivera, más conocido como del Quetzal, dedicado a la conservación del ave nacional de Guatemala y una excelente alternativa para el contacto directo con la naturaleza. Dos rutas bien marcadas se internan en este bosque nuboso para brindar sugerentes sensaciones al senderista mientras descubre la flora y la fauna del lugar.

Otra opción para seguir disfrutando de lo salvaje se halla a cuatros horas de viaje en autobús desde Cobán, más de una caminata: la espectacular laguna de Lachuá. A pesar del fuerte olor que desprende a azufre, merece la pena contemplar sus aguas turquesas y azules junto a la vegetación exuberante del entorno y la fauna que allí habita. Algunos de los animales de este parque nacional, por cierto, se encuentran en peligro de extinción, como el tapir o el mono aullador negro.

Baja Verapaz, por su parte, ofrece la posibilidad de visitar pequeños pueblos para palpar en persona la rica cultura prehispánica. Destaca Rabinal, fundado hace casi cinco siglos, donde la tradición de sus habitantes mayas achíes se ha conservado, afortunadamente, con esmerado celo. Sabrosos guisos y bebidas espesas como el pinol, realizado con carne de pavo, se pueden adquirir en el mercado a precios muy económicos. Son famosas sus jícaras, escudillas hechas con la cáscara del jícaro, pintadas luego con brillantes colores rojos y amarillos.


 

El Altiplano

El Altiplano de Guatemala es una de las regiones más pintorescas y atractivas del país. Montañas, lagos, volcanes y pequeños poblados conviven con grandes urbes, habitadas en su mayoría por grupos mayas, lo que posibilita el descubrimiento de esta ancestral cultura de manera directa. La región la conforman los departamentos de Chimaltenango, Totonicapán, Sololá, Quiché, Quezaltenango, Huehuetenango y San Marcos.


En Sololá se encuentra el lago Atitlán –con 18 km de longitud– considerado como “el más bello del mundo”, según  el escritor inglés Aldous Huxley. Buena culpa de ello la tienen las figuras de los volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro que se alzan en sus márgenes. En la ribera de este hito guatemalteco, además, se asientan varias aldeas y pueblos pintorescos que conservan intactas sus tradiciones milenarias. No obstante, el núcleo más desarrollado del entorno es Panajachel. Esta población ofrece un paisaje espectacular de los tres conos, además de ser la puerta de entrada más conocida al lago y el lugar donde se hallan más restaurantes y hoteles. Al otro lado de la masa lacustre está Santiago Atitlán, una comunidad que conserva su cultura y sus tradiciones, con el misterioso Maximón de la cofradía de la Santa Cruz como máximo exponente. Quiché, por su parte, destaca por su riqueza artesanal, musical y culinaria.

Una de las citas ineludibles en Guatemala es Chichicastenango, un centro comercial y cultural de gran envergadura. En el convento de la iglesia de Santo Tomás, del siglo XVI, se halló el Popol Vuh, el libro sagrado del pueblo quiché. Vale la pena visitar en el camino el Museo de las Máscaras Ceremoniales y sus trajes típicos. No obstante, lo que es recomendable es el mercado indígena, probablemente el de mayor tamaño de Guatemala y uno de los más famosos de Latinoamérica.

Viajemos ahora hasta Quetzaltenango, considerada la segunda ciudad en importancia del país por su actividad comercial, cultural e industrial. El viajero no debe despistarse porque es famosa por su clima cambiante:  cálido durante el día y frío por la noche. Con pintorescas calles empedradas, parques e iglesias, es conocida por muchos como Xelajú. De hecho, este sería un buen momento para escuchar una canción típica guatemalteca, Luna de Xelajú, que, interpretada con una marimba, podría acompañarnos en el recorrido por la urbe. Su palacio municipal, con música o sin ella, data de 1881 y es una delicada joya arquitectónica de estilo neoclásico. Y el majestuoso templo, que conserva intactas sus estructuras como si desafiara el tiempo, es un punto de obligada asistencia para peregrinos y turistas.

Existe un establecimiento muy peculiar para cenar o tapear, el pasaje Enríquez, un bulevar enclavado en el interior de un vetusto edificio de principios del siglo XX, donde se pueden degustar platos locales en un ambiente bohemio.

 

Una mirada al Pacífico

La costa del Pacífico de Guatemala ofrece una flora exótica, reservas naturales peculiares, amplios manglares y sitios arqueológicos que perviven como testigos de la ocupación de diversos grupos entre ellos, mayas y olmecas. Sus más de 300 km de playas se ubican en Escuintla, Retalhuleu, Suchitepéquez y Santa Rosa, y gozan de condiciones ideales para la práctica del surf y la pesca del pez vela.

Centrémonos en Escuintla donde, con un clima tropical, aparte de ensenadas, encontraremos un buen número de cultivos de café, algodón, caña de azúcar y frutas. A escasos veinte minutos de la urbe homónima (el mismo nombre, Escuintla, designa a un departamento y su ciudad cabecera) se encuentra un zoológico donde se organizan divertidos safaris para descubrir la fauna africana.

El volcán de Pacaya, por su parte, es un sitio ideal para fotografiar y realizar caminatas de montaña. Todavía en activo y ubicado a menos de 50 km de Ciudad de Guatemala, es el hito más reconocible del llamado Parque Nacional del Volcán de Pacaya y Laguna de Calderas. Entre conos y cráteres, muestras de la actividad volcánica, allí nos espera una interesante biodiversidad, entre la que destaca una especie endémica, el cedro del Pacaya.

En Retalhuleu, a 190 km de la capital, con un clima cálido todo el año, se ubican dos de los centros temáticos más importantes y majestuosos de Centroamérica. El gran parque de diversiones Xetulul es un atractivo escenario arquitectónico que  muestra el origen y la historia de Guatemala y una selección a escala gigante de las ciudades europeas que más han influido en su cultura, agrupadas en plazas del mundo, bellamente diseñadas. Xocomil por su parte, es un parque acuático ambientado en las antiguas ciudades mayas. El complejo conocido como hostales del Irtra sirve de alojamiento a los que visitan estos centros de diversión.

Continuamos el viaje por el Oriente del país. Como dicen los propios chapines (así se llama también a los guatemaltecos), esta franja es puro misticismo. Son tierras cálidas, de ganado y vaqueros, de llanos áridos y fértiles  campos, pero cargadas de espiritualidad y amplias riquezas naturales.

Puede considerarse a esta región, integrada por los departamentos de Zacapa, Chiquimula, Jalapa, El Progreso y Jutiapa, como la de mayor concentración de templos coloniales. Su gente es conocida por su creatividad y calidez; muestran una desbordante alegría con las celebraciones religiosas patronales, las peleas de gallos y las fiestas en general.

Entre los monumentos de Esquipulas, destacan la catedral de Chiquimula de la Sierra y la basílica de Santiago Esquipulas. Esta última, de estilo barroco y cuna del Cristo negro, es visitada por miles de peregrinos cada año. En esta pequeña ciudad se encuentra un buen número de hoteles y hostales, así como decenas de restaurantes. Su popularidad creció internacionalmente con los llamados acuerdos de paz de Centroamérica que, en 1996, tuvieron lugar en la misma basílica de Esquipulas. Desde entonces, además de albergar al popular Cristo negro, se le conoce como la Ciudad de la paz.

Sin salir del departamento de Chiquimula, cerca del pueblo de Ipala, se levanta el volcán del mismo nombre, uno de los dos de Guatemala que tiene una laguna en su cumbre. Saliendo de la población vamos ahora camino a Jalapa –un enclave fresco y húmedo– donde hacemos un alto en el camino  para apreciar las cataratas de Tatasirire, un parque ecoturístico y reserva natural privada, donde se pueden practicar deportes extremos como el canopy y el rapel, además de disfrutar con el birdwatching.

En el imaginario guatemalteco, el Oriente es tierra de vaqueros, hombres de sombrero que guían manadas de reses a caballo. A quien le guste dicha tradición, o soñar que está en el oeste americano, no le será difícil encontrar en cualquier pueblo un jaripeo (rodeo) o una lidia de toros.

 

Antigua, arquitectura colonial viva

Antigua, es considerada la primera capital de Centroamérica. La herencia colonial hispánica está presente aquí a cada paso: en las calles adoquinadas, sus viejas mansiones, conventos y monasterios. Todo forja un conjunto arquitectónico de singular atractivo que evoca la herencia española fusionada con la nativo. Religiosidad, misticismo, cultura y tradición, a veces con toques actuales, muestran la ciudad como un libro abierto.

Visitar Antigua siempre es un éxito. A su favor juegan muchos factores. Es el caso de su espléndida arquitectura, llena de leyendas e historias, y la privilegiada ubicación, encajonada entre frondosas fincas de café y rodeada de tres volcanes que parecen protegerla como tres centinelas colosales y temibles. Se puede añadir a sus virtudes la esmerada hospitalidad y experiencia en recibir visitantes, ya sean nacionales o foráneos.

Resulta sorprendente como en una de sus pequeñas plazas confluye una extensa red hotelera –de todos los precios– y una amplia variedad de restaurantes y bares, sin olvidar su diversa oferta cultural. Al pasear por las calles empedradas hay que dejarse guiar por el instinto para perderse entre iglesias y parques, o adentrarse en algún pequeño comercio de artesanías. Seguro que no tardaremos mucho en encontrar alguna joya arquitectónica, como la iglesia de Nuestra Señora de la Merced o el arco de Santa Catalina. Este último fue construido en 1693 para que las religiosas del convento de Santa Catalina pudieran cruzar la calle sin ser vistas y su imagen constituye la postal antigüeña por excelencia.

Si continuamos caminando llegaremos al Parque Central. Sus bancos, protegidos del sol por grandes árboles, seguro que han sido testigos de miles de declaraciones de amor. Allí se puede tomar un breve descanso y contemplar la Catedral (atentos a la decoración de su fachada), el palacio de los Capitanes o, simplemente, sentir el pulso lento de la población.

También es recomendable darse un capricho y pasear en alguna calesa tirada por caballos –suelen aguardar alrededor del Parque Central–. A bordo del carruaje, el cochero probablemente nos servirá de cicerone. En un entorno que invita al romanticismo no es extraño ver parejas que han contraído matrimonio y desean inmortalizar el momento en este marco.

Al este de Antigua se sitúa el cerro de la Cruz, al cual se asciende con una larga caminata. Su mirador es perfectamente identificable por su gran cruz de piedra. Es, además, un sitio ideal para quienes deseen relajarse con la población a sus pies y contemplar una sugerente panorámica de belleza colonial, tejados y añejas casas, y como telón de fondo, cómo no, los tres colosales volcanes. Antigua, por cierto, recibió el nombre de Santiago de los Caballeros cuando fue fundada en 1543, tras la destrucción de la primera capital, hoy conocida como Ciudad Vieja.

De vuelta al siglo XXI, aparte del patrimonio histórico que la ha hecho famosa, no puede faltar en el recorrido el tiempo necesario para probar las recetas locales. La lista de establecimientos es realmente extensa. Entre otros, La Cocina del Obispo cuenta con la mayoría de los platos típicos, como la sopa de arroz con chipilín, el lomito con salsa al chipote o un original pastel de amapolas. No obstante, todos los halagos (y unos cuantos premios) se los lleva el pepián, un contundente y clásico guiso.

Para terminar como suelen hacerlo muchos de nuestros viajes salimos en busca de un souvenir con el que recordar una estancia tan agradable. Entre los recuerdos más valorados están los colgantes con piedra de jade o una pieza de artesanía local.

 

Por todo lo andado y visto, un viaje a Guatemala por su cultura milenaria, su historia, la exquisita cocina y los incontables atractivos, es garantía de éxito. La Tierra del Quetzal es un destino de aromas y textiles, de hospitalidad y buen gusto, de trato exquisito y familiar... En definitiva, un país mágico y envolvente.

 

Fotos: Agencia de Promoción Turística de Centroamérica

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